sábado, 17 de diciembre de 2016

P.G.V. Parte III.


Esmeralda Candela nos relata lo siguiente:
 “Era un miércoles, sabes perfectamente que los miércoles son visita conyugal en la PGV, pero es normal puede entrar cualquiera, entramos con dos amigas mas, dejamos el teléfono, la cartera completa con unas mujeres que estaban afuera, mis amigas siempre las llamaban y por esa razón ellas se ponían el chip, debajo de la lengua, los guardia, cuando uno decía para donde uno iba te pasan directamente, esta una mujer que te revisa pero la verdad no te requisa nada, luego de eso está el guardia, ¿tu haz entrado alguna vez?, je je je, igualito a una puerta de frízer, igualito, yo dije es igualito a las neveras de la panadería (risas) entramos, los muchachos no estaban allí, pero nos estaba esperando alguien, cuando llegamos el garitero le dijimos el nombre de xxxx, pero los gariteros llamaban en código gritando de uno al otro, yo pregunte porque hacían eso, y me dijeron “que van a decir guab..na, que le llego una mujer, para ver si esta con un culo allá dentro”, claro porque allí entra tantas mujeres que creen que todas son mujeres de ellos, pasamos por unos pasillos que hay personas que tienen como tienditas, que hacen lo que llaman los bugís ¿sabes lo que son los bugís? como un cuarto ficticio hechos con sabanas, bueno eso, (…) pasamos unas escaleras, que son escuras, totalmente oscuro, hay que contar las escaleras, para subir, ella me decía cuanta pero yo andaba agarrada por la trabilla del pantalón, subimos en ese sitio es donde está la pintura que es una sábana blanca que tiene un muñeco todo feo que dice tren del sur, supuestamente lo invento un pran de la guaira, por eso le ponen el tren del sur, por allí pasamos y me impresiono que estar en una cantidad enorme de hombres y ninguno te diga nada pero no nos miraban es mas en ese momento estábamos solas y nadie te diga nada es como si tu no estas, pero no nos miraban, en la calle en cualquier lado tu pasas cualquiera te dice algo, (…) llegue a ver a Urbina, tú te das cuenta cuando el tipo te echa lente, el me miraba, pero no sabía que era él, normalito, , llegaron nuevamente los muchachos y nos dijeron que quieren, pizza, pollo, helados lo que sea, también me llamo la atención que no había nada de botella de vidrio, todo era en cartón y plástico, otra cosa vi un marico, vestido de mujer y todo, un transformista tenía una mesita de cosas de uñas y de vainas así, claro allí van mujeres de los tipos y por supuesto allí se arreglan, duramos un rato adentro vimos todos las canchas, el pran se desplazaba normal, era trompeta, en ese tiempo dentro de su mundo todo estaba organizado, nadie estaba pendiente de tirarle, luego salimos normalitas (…)"
Otra historia que nos refleja como es la vida dentro de un centro penitenciario, en este mismo sentido, Tulio Chiossone (abogado y profesor) tras la publicación de un pequeño libro llamado Organización Penitenciaria Venezolana, que marca el nacimiento del penitenciarismo moderno venezolano, que en cuyas páginas puede leerse: “El problema penitenciario es un problema para el cual no ha existido en Venezuela una preocupación fuerte y definitiva.. Nuestros establecimientos carcelarios sirven mejor para instrumentos de destrucción física y moral que para lugares de enmienda y reconstrucción espiritual del procesado. No tenemos cárceles. Sólo hay horrorosos sitios de expiación... El delincuente es un ciudadano, un hombre que no ha perdido sus derechos. La pena, ciertamente, le priva algunos relativos a su capacidad civil y política, pero no puede arrebatarles aquellos que emanan de su propia condición de hombre…La administración de justicia en lo criminal debe funcionar en el mismo edificio de la cárcel…”.

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